Lugar,
es el nombre del animal más grande de la tierra.
Hay quienes aprovechan su sombra y no saben
que existe.
O beben su saliva y lo confunden con un río.
O duermen en los huecos que dejan sus pezuñas en
la tierra y piensan que la tierra es así.
Los exiliados cargaban sus pedazos de tiempo.
Otros clavan sus zapatos en el barro.
Hay ciegos que cambian la vista por una
certidumbre.
Algún dios carpintero que fabricaba muebles repite
la sentencia:
«un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar»
Pero los desaparecidos, ¿dónde están?
Todo es ajeno aquí.
Somos los extranjeros de un lugar que era nuestro.
El deseo escribe en un libro sin hojas.
Alguien se prende fuego envuelto en un secreto.
Hay quienes buscan que el amor les corrija la rabia.
Otros rezan, divisan un lugar después de este lugar.
Está el que desespera: «si ese animal ocupa tanto
espacio, ¿por qué no puedo verlo?»
Unos pocos eligen atravesar un sueño para llegar a
un sueño.
¡Ah, si el silencio dijera sus lugares!
Ahora, cada baldosa es un campo de caza.
En días por venir, alguien escarbará en las preguntas
hasta desenterrar un fémur, algún diente de lo que
fue un lugar.
Pero no en esta casa con un piso de viento.
Nadie se mueve aquí, es el gran día.
Reparten un desierto entre los hombres.
Jorge Boccanera | Bestias en un hotel de paso | Ed. Ciudad Gótica, 2011